Bruce Chatwin escribió en 1987 un libro con el título de Los trazos de la canción. En este libro, Chatwin daba cuenta de una curiosa manera -para nosotros los occidentales- de organizar el territorio por parte de los aborígenes australianos. En lugar de dibujar regiones, áreas, superficies, para los aborígenes lo importante es el camino, el trayecto entre un punto y otro. Y para orientarse no utilizan mapas, sino canciones. Sí, canciones. En la letra de una canción se describe, de alguna manera lo que ves por el camino. Lo que ves en el momento que pasas y la historia de ese camino. El camino dura lo que dura la canción, de manera que cuando terminas de cantarla es que ya has llegado. Chatwin denuncia en su libro el hecho de que los occidentales, especialmente los responsables de construir el ferrocarril en su momento, no entendieran que si transformaban un paisaje, estaban transformando la memoria cultural de los aborígenes pues la letra de la canción ya no coincidía y eso hacía que perdieran su memoria colectiva. ¿Te imaginas que el mapa de tu país fuera una partitura musical?
Este es un mapa de las líneas ferroviarias de Australia
Ahora imagínate que cada una de estas líneas es una canción que dura lo que se tarda en caminarla.
Imagínate ahora que puedes hacer un mapa de tu barrio, de tus recorridos más habituales buscando las canciones o componiéndolas para que describan el camino que haces. El dibujo que ves a continuación es un recorrido.

Palabras como Ibiza, Pedraforca o Mimosas tienen mucho que ver. Un Hospital, una señora con un taller de costura, el piso donde vino a vivir mi hermano cuando llegó a Barcelona, en fin.... ¿Lo has adivinado ya? Efectívamente, se trata de Hospitalet, del barrio de Pubilles Cases y la Florida. Es el camino que hago desde el tranvía hasta el instituto cada martes.

Ahora solo falta inventarse un rap que cuente la historia entre Andreu y Laura y que dure el tiempo que se tarda en hacer cada uno de los recorridos.
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